Primero llegó a su casa, con una cantidad ridícula de
perejil en la mano y preguntándose porque la había comprado, velozmente recordó
que estuvo frente al refrigerador del automercado convenciéndose de lo que
compraba, imágenes que se le venían a la cabeza y ella con el tiempo fue atando
cabos. Fue una tarde que comenzó de lo más inocente, con 1 o 2 jugos de
parchita y se fue coleado un trago de ginebra.. Oh ginebra. Oh lunes en las
tardes. Después de haberse preguntado por la actitud tan espontanea de su
antónimo o más bien sinónimo, decidió olvidarse de la rutina un rato y la
cambió por risas y un estado con un 20% de inconsciencia. Estaba feliz,
sintiendo todo a medida que pasaba, todo fluía y no se acordaba de lo que la
había hecho infeliz hacía un rato. De pronto, un recuerdo de su cara y en ella
reflejado un falso “te quiero”, yacía 5 días sin verlo y , aunque se juraba un
“no le extraño” infinito, el infinito iba cesando. Lo quería, lo extrañaba, lo
necesitaba; en cada acción que ella ejecutaba se preguntaba qué pensaría él. Quería
sentirlo y volverse uno otra vez, pero está confusa; como siempre, no sabe si
su última vez juntos fue en verdad la última vez.
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